Estremecedor como el llanto de un bebé en plena noche. Arbitrario como el rastro de una estrella fugaz que ardía mientras caía. Desolador como despertar una mañana en el lugar equivocado. Sofocante como ver las miradas que todavía me esquivan… el día de ayer y el principio de este infierno que se hace más insoportable cada vez que siento que la marea baja.
Sale el sol y se reanuda el compromiso de hacerte maestro en el arte de lastimar. Se rompe el anillo y se agrietan los días que deberían haber sido mejores. Cada día, con cada llamada, con cada mensaje, con cada frase la destrucción se hace más extensiva, los daños más irreparables y las máscaras empiezan a derretirse develando la pura verdad. Las ojeras, los ojos brillosos cargados de lágrimas, la lentitud al caminar, el agotamiento mental, la voz quebrada por un lado, y por el otro, el cinismo, la sonrisa con aires de superioridad, el tono sentencioso, y la mirada verduga torturando una vez más, buscando una recompensa en estas lágrimas…
Siento que recibo puñetazos en el aire, y cuestiono la desmesura del concepto de la devastación. Salto entre el tiempo y el espacio buscando una fisura entre tantas emociones atormentadoras. Buscando el desperfecto, el punto débil en el plan para destruirnos. Y no lo encuentro… no lo entiendo…
Los años se funden y los malos momentos hacen un desfile temático, los puntos de giro me pisotean y la trama se hace más densa con cada intento de suspirar que me propongo. Finalmente, llega la noche y las almas se declaran en banca rota. Los puñales se clavan más profundo y renace el derecho de querer desterrarte.
Cuatro palabras y los espejos estallan a mi alrededor amedrentándome con el reflejo de lo que jamás va a arreglarse. El “sin retorno” se hace innegable y el desconsuelo grita mientras el dolor tiñe el resto de las horas del día. Y me pregunto cuál es el escape, qué se supone que haga, o cuál es la mejor reacción, la que me lleve a salir adelante…
Me persiguen actos barbáricos, excusas sin sentido en una mente enferma, palabras que hubiera preferido no escuchar… la ausencia tu arrepentimiento… y solo tengo el atrevimiento de decirte la verdad… de gritar lo más terrible que siento, de sacudir el odio, de exteriorizar la amargura que tres chocolates no logran tapar… de llamar a las cosas por su nombre. Monstruo, desleal, egoísta, enfermo, mal padre… y peores. Y las respuestas se vuelven más violentas, más descaradas, más infames… y una vez más dejan al descubierto el más trágico de los subtextos, la persona que me dio el apellido y la espalda vivió más de medio siglo sin haber aprendido a amar…
vir, no se qué decirte por eso tampoco voy a decir mucho. sólo te digo que vas a ver que todo mejora, que todo va a estar bien.
asique fuerza! y contá conmigo.
abrazo
Vir como deseo poder sacar de mi cabeza una palabra que tranquilice tu corazón. Como quisiera correrte de este lugar y de este momento, para que no tengas que sufrir más, pero nada tendría sentido… Solo uno debe atravezar las paredes de fuego que nos rodean y hacerse fuerte en ese desafio de seguir adelante aunque algunos hijos de puta se hayan empeñado en aruinarnos la vida.
Algún día tu corazón estará en paz… el de él nunca…
Comparto con Ale………él único destruido va a ser él vir……
te mando muchos John’s!!! ellos saben hacer feliz =P