Aridez.
Sol sofocante.
Sequedad bajo mi cuerpo.
Intento abrir los ojos, pero la luz lastima mi mirada cansada.
Acostada sobre el suelo, juego a pasar mis dedos por las grietas de la tierra.
Escucho un pájaro cantar a lo lejos.
Desde otro sector me llega el sonido de las ramas de un árbol empujadas por el viento.
Recuerdo una canción de Sui Generis ”…y un montón de diarios apilados, y una flor cuidando mi pasado …”
Escucho mi voz quebrada y siento dolor en los labios…
Los toco con mis dedos y veo sangre.
Ya no sé hace cuánto no tomo agua.
Me resigno, y me dejo ser…
Comienzo a soñar.
Tímidas gotas estallan contra la tierra y la humedecen.
El sonido del agua dispersa sobre las ramas de los árboles me despierta.
Aún con los ojos cerrados paso una mano por mi pierna y siento la frescura de la lluvia.
El olor a tierra mojada me hace sonreir.
Sin esfuerzo levanto mis párpados.
Un manto de nubes se extiende sobre mí.
Abro la boca y siento cómo el agua humedece mis labios y mi garganta.
Creí nunca volver a llorar de felicidad.
Con movimientos lentos, logro sentarme y apoyarme en el tronco de un árbol.
El aroma a menta y pino me embriaga.
Miro el suelo…un infinito colchón de flores de colores inimaginables se extiende debajo de mí.
Desde atrás mío lentamente se acerca el sonido de hojas secas crujiendo.
Cada vez más cerca.
Una mano roza mi cuello.
Nuevas lágrimas se deslizan por mi cara y caen en mi cuerpo.
Siento un perfume conocido.
Se agacha…lo siento cerca.
Me acaricia los hombros, temblando, casi sin tocarme.
Escucho su respiración entrecortada.
Levanto mi mano y toco su cara…
Antes de perderme en su mirada, quiero sentirlo.
Sus párpados, su nariz, sus labios…
Sus labios que ahora rozan mi cuello…
Y me susurra algo al oído.
No quiero decir cuáles fueron sus palabras.
Me pregunto si realmente importan ahora…
Prefiero guardarlas en mi mente…
Y pensar bien qué contestarle cuando vuelva a soñarlo.
Si es que mi cuerpo y mi alma resisten un día más de aridez.
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